lunes, 23 de abril de 2018

VOLÚBILIS


                                          Volúbilis, Marruecos          (Foto de J. Molero)

      Aunque todavía no hemos encontrado escritores célebres que hayan visitado las ruinas romanas de Volúbilis, en Marruecos, quiero anticipar que estamos buscando información sobre ello. De momento quiero dejar constancia de una visita realizada en marzo de 2013. No solo me impresionaron las ruinas, sino el paisaje: extensos campos de cereales de verde intenso. No cabe duda de que imágenes así desmitifican la idea de un Marruecos árido, lleno de palmeras.
      Buscando e indagando en las páginas de internet me han aparecido dos testimonios literarios que tienen este lugar emblemático como protagonista.
      El poeta Carlos Sahagún, en su libro Primer y último oficio (1979), dedica un poema a las ruinas titulado "Hacia Volúbilis", en el que el yo poético busca evidencias de la eternidad del amor mientras deambula por la antigua ciudad romana en Marruecos… Pero el poema acaba sin encontrar el deseo soñado. Reproducimos aquí un fragmento:

…vine a buscar la huella de los amantes, vivos 
en el perenne estío de imposibles jardines, 
durando hacia la luz, eternizados 
 en la pasión o en la inmovilidad. 
[…]

Me recibió el desierto, el aguacero.
No hallé sino ciudades saqueadas
y vi a mis pies tan sólo, entre charcas de cieno,
desgastados mosaicos que exhibían,
con la tenacidad del olvido implacable,
la ruina de unos cuerpos a brazados.


      Por su parte, el escritor Lorenzo Silva dedica unas cuantas páginas a la ciudad en su libro de viajes Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos (2001): 


"Volúbilis invita a pasearla con negligencia. Nuestras guías aconsejan un número innumerable de mosaicos, situados en los restos de las antiguas casas señoriales. En lugar de localizarlos sobre el mapa e irlos buscando entre las piedras, preferimos caminar de aquí para allá y de pronto encontrarnos alguno y admirarlo como si fuera un descubrimiento que nos depara la fortuna. Tropiezo con uno que representa el mito de Orfeo, en la parte sur de la ciudad. Causa cierta extrañeza observar durante unos minutos la trama romana de esa imagen y acto seguido levantar la vista y encontrar se con un horizonte marroquí. No son cosas que estén habitualmente reunidas en nuestra visión cargada de ignorancias y prejuicios. Por cierto que desde el patio de la Casa de Orfeo se comprende que juba, rey de Mauritania, pusiera aquí la ciudad, y también que los romanos la consolidaran después. Volúbilis se emplaza sobre un altozano privilegiado, expuesto a un aire de inusitada pureza, y desde ella se domina una gran distancia en cualquier dirección.
  Es singularmente placentero caminar por los restos del foro, entre lo que queda del capitolio y los templos. Resulta curioso pensar en el extraño y sinuoso camino por el que hasta esta atalaya magrebí (al extremo occidente) llegó a través de los romanos el espíritu del ágora griega. Los bereberes de Volúbilis venían aquí a discutir de los asuntos públicos como en su día se hiciera en la plaza de Atenas, y a ventilar sus pleitos de la misma forma en que se ventilaban en el foro romano. Departían sobre estos escalones, al pie de estas columnas entre las que hoy crece el pasto. A ningún viajero que haya estado en Roma puede dejar de impresionarle la magnitud relativamente humilde de su foro, que tanto contrasta con la potencia de la idea que lo alienta. Resulta asombroso ver cómo esa misma idea pudo fructificar aquí, en Volúbilis".